17 abril, 2024

Un lugar, todas las disciplinas

Ante el Canario, Atlanta tomó vuelo propio

Victoria de local.

3 – Flandria 1

Con mucha “Ornitología” Atlanta volvió al triunfo en su nido de Villa Crespo. Por más que su fútbol te taladre la cabeza como el Pájaro Loco y tenga un juego con menos ritmo que un pichón recién nacido, se necesitaba esta victoria como las palomas a las abuelas en los bancos de las plazas. Después de un pésimo primer tiempo en el que el Bohemio tenía los pajaritos en el aire, aprovechó que Flandria comió y voló para remontarlo en el segundo tiempo. Igual, tampoco fue un triunfo para soñar con la cigüeña.

Por la octava fecha del interminable torneo de la Primera Nacional Atlanta recibió a Flandria, en un nuevo duelo que juntó al hambre y a las ganas de comer. El elenco de Erviti repitió 10 de los 11 nombres de la plana mayor que empataron 1 a 1 la jornada pasada ante Gimnasia de Jujuy. El que volvió a ponerse los cortos fue Gonzalo Klusener, quién recuperado de su lesión jugó por Fabricio Pedrozo.

En definitiva el equipo se alistó de la siguiente manera: Sumavil fue el arquero. Molina, Pérez, Colombo y Perinciolo armaron el cuadro defensivo. Galeano, González y Fernández se organizaron en el triángulo del medio. Marcioni, Klusener y Berterame formaron el triunvirato de delanteros, que si fuera un sindicato le daría mi más sentido pésame a sus afiliados.

Como ya se mencionó arriba, Atlanta jugó un primer tiempo abominable, solo faltó el hombre de las nieves. No podría escribir tan suelto de cuerpo que el equipo careció de actitud, pero al elenco de Erviti se lo notó apagado, con menos reacción que una babosa en terapia intensiva. Ni el gol tempranero de Flandria los despertó, al contrario los mandó de una a la catrera. Prefiero no profundizar en ese tanto del Canario. Evitemos mencionar la corrida estéril de Alán Pérez ante el atacante rival. Tampoco tengo ganas de hacer foco en el compendio de errores defensivos, ese que le impidió quitar la pelota en el área propia y que terminó derivando en el gol de Flandria. Con decir que fue a los 13 minutos de la etapa inicial por intermedio de Benjamín Borasi es suficiente.

Atlanta parecía que no reaccionaba ni con una cachetada de Will Smith. Jugaba un primer tiempo para que no lo nominen ni para los premios Don Segundo Sombra. Pero cuando se iba al vestuario sin ninguna estatuilla, llegó el inesperado empate. Ramón Fernández fue el responsable designado para conducir un tiro libre cerca de la puerta del área. Con su vista gorda observó que se filtraba como un rumor Juan Galeano por detrás de todos y todas. Allí fue la pelota de Don Ramón que Juancito dominó y la ubicó en el corazón del área rival para que un alma caritativa remate al arco. Al golero de Flandria no le quedó más alternativa que dar rebote y ahí apareció como un superhéroe Matías Molina para clavar el empate. Encima, en la última jugada del primer tiempo Ramón Fernández contó con un tiro libre que rompió el travesaño. Si Atlanta lo daba vuelta, hubiera sido muy exagerado como los besos de esa tía tan cargosa.

Para el segundo tiempo Erviti diseñó el mismo cambio de los últimos cotejos. Ingresó Juan Bizans por un desalineado Julián Marcioni que no levanta vuelo, aún ni se lo vio carretear. Nadie podrá decir que es un avión el mellizo, pero con la purificación que le aplica al ataque, es una avioneta que levanta a todos los pasajeros de adelante. En una ráfaga de minutos el Bohemio se subió a la nave y dio vuelta el partido.

A los 8 minutos del complemento Atlanta se soltó por la banda ancha derecha con el ya mencionado Juan Bizans. Quien mandó un centro al área que se fue cerrando para chocar con el palo izquierdo de la portería, y ahí en el rebote estaba con el tenedor y el cuchillo para saborear el gol Juan Daniel Galeano. Con la pluma de Galeano el elenco de Erviti se pasó al bando ganador. Con el fútbol a sol y sombra Atlanta estaba arriba en el marcador.

Dos minutos más tarde llegó el tercero, obra de Juan Bizans, la figura del match. Robó para la corona en el mediocampo Juan Daniel, el autor del segundo tanto. Llevó dominado el esférico como una mujer a un hombre enamorado. Y en el momento indicado, a la hora señalada, le tocó la pelota a Bizans para que el mellizo defina con claridad y estampe un nuevo gol bohemio. Impensado por lo que se observó antes y después de esos goles.

Con la efectividad al palo el conjunto de Erviti le ganó 3 a 1 a Flandria que se durmió en los laureles, que se autoengañó con su gol madrugador. A pesar que es un rival que no trae los mejores recuerdos, ante el Canario Atlanta tomó vuelo propio. Aún no consiguió gran altura, está a años luz de ser un cóndor, y bastante alejado de las aves de rapiña que sobrevuelan los primeros puestos de la tabla de posiciones. Pero ganar era vital, fundamental, aunque el ciclo del entrenador pareciera que ya caducó, que comió demasiado alpiste.

Ante Flandria además del ingreso fundacional de Juan Bisanz, que es rendidor viniendo desde el banco y un gran interrogante jugando desde el arranque, se destacó Perinciolo, Ramón Fernández y Galeano. Es cansador y repetitivo que Alán Pérez salga con la pelota dominada, es tan peligroso como darle las riendas del país a Macri. Bueno, el problema que ambas cosas ya han pasado, pero lo del defensor bohemio se puede solucionar, lo otro es más complejo (y preocupante).

A pesar de la victoria, la segunda en el torneo con idéntico resultado y también arrancando desde abajo en la chapa del marcador, el team de Villa Crespo no transmite seguridad. Si fuera una concesionaria no le compraría ningún auto. Si fuera un colegio, no mandaría a mis hijos a estudiar ahí. Si fuera un restaurant ni a palos iría a comer allí. Y si fuera un equipo de fútbol, estaría rezando cada vez que el rival pasa la mitad de cancha, aunque yo sea agnóstico.

En la próxima fecha, la novena sinfonía, Atlanta visitará Turdera para medirse ante Temperley. Será el domingo a las 19 horas. Esperemos que frente al Gasolero le de el combustible para atrapar una nueva victoria, esa que aún fuera del autódromo de Villa Crespo no se consiguió. Nadie espera que el Bohemio sea un Fórmula uno, ni un auto del TC Pista, pero tampoco pretendemos que termine arriba de uno de Los Autos Locos.