18 mayo, 2024

Un lugar, todas las disciplinas

Ante los Estudiantes nos sacamos un cero

Atlanta

Fecha 1: Estudiantes 2 – Atlanta 0

Estoy necesitando una máquina del tiempo, que se ven más en las películas que en la vida real. Me vendría bien el auto de Volver al futuro o esa cámara de vídeo que tenía el personaje de Nicolás Cabré en Déjala correr. No importa tanto que objeto sea, puede venir en formato de papagallo que va a estar bien si me saca de aquí y me envía a mediados de noviembre del año pasado.

No quiero volver hacerme mala sangre, comerme las uñas, putear hasta en hebreo y que mi humor sea tan intolerable como el corralito de Cavallo y De la Rúa. Me había olvidado qué sentía viendo un partido de Atlanta. El lapidario estreno del equipo en la Primera Nacional me refrescó la memoria, fueron como cachetadas en la jeta para que me despabile.

Si alguien vende una máquina del tiempo aunque sea en el monopolio que creó Galperin me viene bien. Tal vez la hayan publicado por Facebook, en Instagram o en Segunda mano y es mi salvación. Necesito con urgencia volver a vivir el Mundial de Qatar, mi salud se lo agradecerá. Si usted tiene una máquina del tiempo aunque este viejita, no tenga su caja original y ni conserve el manual, me viene un fenómeno. Contáctese conmigo y será bien recompensado.

A pesar de mis intentos por quedar congelado en el Mundial que ganó la Selección, hay que volver a escribir de Atlanta. Es como regresar de unas vacaciones paradisíacas y tener que ponerte a trabajar ni bien bajas del avión. Es bancarte de nuevo las órdenes del mala onda de tu jefe. Es abrir el mail laboral y toparte con cientos de correos que aún no fueron leídos. Algo así fue lo que provocó el debut del Bohemio en la temporada 2023. Encima tocó un rival incómodo, que siempre está en el club de la pelea. Estudiantes, el de Caseros. 

Como todos los años en Atlanta hay un subibaja de jugadores. Contratos que se acaban en manada e incorporaciones que se hacen a mansalva. Pasa en la mayoría de los clubes del ascenso y también en varios de Primera. En definitiva y sin ánimo de llenar con los nombres que llegaron, en total vinieron 15 nuevos futbolistas. Hubo para todos los gustos. A pesar que en algunos puestos faltaron especialistas y en otros quedamos cortinas. A veces la cantidad no es sinónimo de calidad.

Entre los que se fueron sobresale los nombres del arquero Rago, de Colombo en la defensa, de Maxi González en el medio y en la delantera se vendió a Banfield a Juan Bisanz. El melli emigró en el final del libro de pases al Taladro a cambio de 600 mil dólares por el 50% de su pase. Un negocio redondo aunque te deja sin el jugador más desequilibrante que había en la plantilla.

Entre las caras nuevas se destacan: en el arco Pedro Fernández, que tiene un pasado que lo condena porque jugó en el funebrero. En la defensa llegó libre de River Franco Camargo. En el medio se capturó la experiencia de Mauro Bogado y adelante aparecen el interminable Pablo Mouche, el “9” Nicolás Mazzola y el poeta o tenista Diego Becker.

Los primeros once jugadores que eligió Mauricio Giganti para el choque que rompía el hielo en la temporada fueron: Pedro Fernández en el arco. Alejo Dramisino, Ián Rasso, Fernando González y Marcos Pinto para gobernar la defensa. Federico Marín y Mauro Bogado se repartieron el medio. El primero más con la hacha y el otro con vestimenta de crupier. Delante de ellos dos estuvieron Lucas Ríos flotando por la extrema derecha, Juan Galeano suelto de cuerpo con la “10” y por la banda ancha zurda Juan Pablo Krilanovich. Como centro delantero se posicionó Nicolás Mazzola. En la numerología pintó un 4-2-3-1 con los movimientos lógicos que podían hacer mutar ese sistema táctico.

El primer tiempo fue parejo por no decir un embole. Salvo una chance de Lucas Ríos, Atlanta no visitó el área estudiantil. El Pincha de Caseros le costó la elaboración de juego pero de contragolpe y aprovechando cada obsequió que le regalaba la defensa bohemia tuvo las más claras de la primera parte. En la mayoría de esas jugadas el beneficiario fue Tomás Bolzicco, de esos “9” que están en extinción. Que tienen un cuerpo inspirado en un armario, que bancan con su lomo hasta un piano y los centrales rivales cuando lo ven cerca de ellos se convierten en creyentes y no paran de rezar un padre nuestro. Encima este Bolzicco contó con la colaboración de los zagueros de Atlanta que no le ganaban un duelo área ni aunque le dieran todas las tierras que robó en la Patagonia el magnate Joe Lewis. A pesar que el elenco de Giganti tuvo el balón en sus pies careció de ingenio, salvo las ediciones limitadas que ofreció Juan Galeano, nunca puso en apuros al dueño de casa. 

Para el complemento el DT visitante no movió el banco, creyó que por la hora que se jugó el partido no había clearing, ni aunque entrara por homebanking podía operar. Pero el segundo tiempo fue más de lo mismo o aún peor. Siguieron rindiéndole tributo a las estatuas los defensores bohemios, cada pelota aérea emulaba a un meteorito.

Se supo en este largo receso que con la salida de Maxi González se necesitaba un “5”, se trajo a Kevin Duarte, que pertenece a Boca y que la temporada pasada fue uno más en el plantel de Ferro. Ante Estudiantes el medio estuvo acéfalo, jugó Marín pero le costó el doparti. El que le dio una mano por diseño táctico fue Mauro Bogado, pero ya con su almanaque tatuado en el cuerpo no está para el corte y confección. Rendirá si tiene a un socio en la recuperación para que él sea el primer eslabón del juego, pero si tiene que ensuciarse las manos su rendimiento merma.

Adelante faltó todo tipo de engaño, es poner a las monjas a jugar al truco. El pibe que vino de Lanús, Krilanovich, no se destacó. Ríos se sintie más cómodo centrado que tirado a un costado. Y Nicolás Mazzola es un “9” sin gol, es como un resfrío, sus tantos vienen de vez en cuando. Tal vez sus aportes se multipliquen teniendo un delantero de área cerquita de él, ese que en este plantel no abunda. 

Los dos goles de Estudiantes fueron horrores defensivos nuestros. Como ya se mencionó, hasta un pigmeo le cabeceaba al bohemio. Así se empezó a elaborar el primer tanto de ellos. Un centro preciso al corazón del área, un testazo sin oposición, un inevitable rebote que dio el golero Fernández y ahí estaba sin que nadie lo marque a Delfor Minervino, que tiene nombre de jugó de limón y que condimentó el primer gol del encuentro.

Al rato llegó el segundo grito sagrado de la noche, también patrocinado por la línea de fondo de Atlanta. La pelota fue de un lado al otro del área ante la atenta mirada de los defensores visitantes. Algunos daba la impresión que era la primera vez que observaban el esférico, era como un objeto no identificable. En esa jugada que movieron la bola de orilla a orilla dentro de la casita de Pedro Fernández terminó anotando Tomás Blanco, ante una defensa rival que estaba muy verde. Podemos decir entonces, que ante los Estudiantes nos sacamos un cero.

El Pincha de Caseros, que nunca es un rival cómodo para un estreno, atrapó la victoria por 2 a 0 sin que Atlanta patee al arco. Al margen de las variantes que ensayó Giganti, el equipo nunca tuvo reacción. Cuando aún el partido estaba en tablas retocó el costado izquierdo, quitando a Krilanovich y ubicando allí a Becker. Ya en la adversidad mandó a la cancha a Pablo Mouche, que se pensaba que su presencia en el banco era simbólica porque hacía 48hs que había llegado al bohemio, pero ingresó por Lucas Ríos. La última ventana de modificaciones se dio actualizando la mitad de cancha. Kevin Duarte entró por Marín y Nicolás Medina, extremo de pura sepa, fue moneda de cambio en lugar de Bogado. Con esta variante Galeano retrocedió metros en el campo, se incrustó en el medio cerca de Duarte, para que Medina, Mouche y Becker orquesten el ataque con Mazzola que seguía de “9” generando el mismo peligro que produce el agua bendita.

Aún es prematuro ser tajante y dar un veredicto definitivo. Ni es para perpetua ni tampoco para absolución al desempeño de los jugadores. Más allá de errores en el parado táctico, lo que más asusta es el rendimiento de algunos player. Si está es la muestra gratis de lo que pueden dar, no me quiero imaginar cómo es el producto completo. Todavía restan futbolistas por debutar con la de Atlanta, eso ya no sé si es una buena noticia, pero al menos mantiene prendida la llama de la esperanza.

El tema fue lo que se vio en Caseros, más de lo mismo. Nuevamente se chocó con la misma piedra, algo que sucede temporada tras temporada. El hincha renueva las ilusiones, se pone a seguir en las redes las cuentas de los nuevos jugadores, le pregunta a sus colegas del tablón como anduvo ese futbolista en su club, se arma de fe y hasta cree que con nosotros ese tipo que nunca jugó bien en ningún lado acá la va a romper. Es como esa mujer que con sus dotes piensa que va a educar al mujeriego empedernido, que a ella no le va a pasar, que no la va a engañar. Pero sin que haya chat de por medio, hay jugadores que son “infieles” con todas las camisetas que se pongan. 

Ojalá que en la segunda fecha, de local en el tuneado estadio León Kolbowski, se empiece a enderezar el barco. Enfrente estará la tripulación de Atlético Rafaela, que arrancó dulce la Crema barriendo 3 a 0 a Tristán Suárez, que se reforzó casi para jugar al fútbol senior. Como decía Pandora lo último que se pierde es la esperanza. Esperemos que teniendo en cuenta el origen de esta frase está temporada no termine siendo una tragedia griega.