Eduardo Rodrigo Domínguez
Siempre se dice que los sueños mueren cuando el soñador los hace realidad, y a simple vista es una frase muy acertada, pero… ¿Qué pasa si esta ilusión le pertenece a miles de personas? ¿Si todos comparten un mismo sueño, y la única manera de cumplirlo está en
manos de otro?
En este caso se trata solo de fe. Se trata de que el pueblo le confíe sus sonrisas, llantos, gritos y hasta su felicidad a alguien que quizás nunca antes había visto en persona. Otros tal vez nunca escucharon su voz, y algunos ni siquiera saben cómo se llama. Esto es algo que suele pasar mucho en la Argentina, y en el mundo del fútbol. La vieja historia de una marea de gente en las tribunas, que al ritmo de “Vení, vení, cantá conmigo…”,
le confía todo lo que anhela a su ídolo. Algo muy parecido le pasó al pueblo sabalero, que el primero de enero del 2017, le presentaron a un tal Eduardo Rodrigo Domínguez, y desde ese momento nada volvería a ser lo mismo. Ese día comenzó una historia de amor entre Domínguez y Colón. El club lo eligió a él, un hombre alto de un metro con 85, con una barba prolija, siempre bien vestido, y con su pelo largo y de un tinte bien Sabalero… tinte negro, como la mitad del corazón de todos sus hinchas.
Como toda historia de amor, existen idas y vueltas, momentos felices, tristes, anécdotas que quedarán en la memoria para siempre, y otras que son mejores dejarlas ir al bosque del olvido. Domínguez fue una víctima más de esa hermosa sensación, y un 11 de noviembre de 2018, con un estilo romántico, renunció a su cargo como entrenador de Colón a través de una carta: “…Agradecer a la familia sabalera por su apoyo constante y el cariño recibido. Y a la ciudad de Santa Fe por recibir a mi familia y hacernos sentir como en casa. Nos llevamos un hermoso recuerdo. ¡Les deseo el mayor de los éxitos!”. Lo que no sabían el club y Eduardo en ese entonces, es que se estaban soltando la mano en lo que sería uno de los momentos más importantes en la historia de la institución… La final de la copa sudamericana 2018.
Pero esa es otra historia. Lo más importante de aquella noche, fue ver a todo el pueblo rojinegro abriendo su corazón ante la mirada de todo Sudamérica, como si no hubiera nadie más que sus 11 soldados dentro de la cancha. Con la mirada empañada puesta en el cielo, y gritando con total entrega “No hace falta que les diga que soy raza, por mi piel escapa el alma sabalera…”, al ritmo de “Los Palmeras”. Y si bien no tuvo un final feliz, fue una hermosa experiencia que se trajo Colón desde Paraguay, y que, quiera o no, le iba a servir para afrontar próximos desafíos. Si hay algo lindo de la vida es que siempre da revancha.
Fue un 10 de marzo de 2020 cuando Eduardo Domínguez iba a volver a Santa Fe, para así devolverle a todo el barrio Centenario el cariño que una vez supo brindarle. Pero no solo eso, sino que también le devolvería a la gente una llama en su corazón que todos creían extinta hace mucho tiempo. Luego de aquel título de segunda división en 1965, la ilusión de pelear por un campeonato se había perdido con el paso de los años. Día a día, imaginarse al “10” del equipo levantando una copa se convertía en una idea cada vez más utópica. Pero esta vez sería diferente. El entrenador sabía perfectamente de lo que su equipo era capaz, y se subió a un barco que navegaría en contra de la historia y su lógica.
Ya estaba todo puesto sobre la mesa. En un marco de tensión política, inestabilidad económica y preocupación social, no había tiempo para preocuparse en otra cosa que no fuera el objetivo. La falta de aliento en el patio de su casa se hacía sentir, pero así eran las cosas. La presencia del público estaba prohibida por un aborrecible virus que solo se encargaba de mudar vidas de un lado al otro. Al hincha solo lo quedaba colgar la camiseta al lado de la radio, cerrar los ojos, y apoyar ciegamente una idea que no tenía un final bien claro.
Domingo a domingo, la cima de la copa de la liga profesional se fue tiñendo de sangre y luto. Ya no era una sorpresa ver al viejo Colón vencedor bailar en lo más alto, y sin miedo a caerse. Pasó la fase de grupos sin problemas…Avanzó a cuartos de final, y clasificó… Llegaron las semifinales, y ganó…
Al término del partido, la voz de Domínguez recorrió el país, y todos escuchaban atentamente, como si supieran de antemano que estaba hablando alguien tocado por la varita, con sangre de campeón.
-¿Esperabas llegar a la final al principio de todo esto?
-Si no soñamos es muy difícil competir. Hoy disfrutaremos y a partir de mañana comenzaremos
a trabajar.
-Hacete cargo de esta ilusión Eduardo…
-… (Risas)… Gracias. (Fragmento de la entrevista de Eduardo Domínguez con ESPN)
Y el día de la final por fin llegó. Ese instante que el pueblo Sabalero estuvo esperando durante tanto tiempo. Después de 116 años de vida, era el momento. Toda Santa Fe se rindió ante la presión, y con el deseo intacto de que la ilumine otra estrella desde el cielo, dejó la proeza en manos del destino. El resto, simplemente es historia. Pero no de esas viejas que solo se pueden ver en blanco y negro. Esta historia es a color… Color negra y roja.
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