19 abril, 2024

Un lugar, todas las disciplinas

¿Dónde estás, gol de mi vida, que no te puedo encontrar?

Atlanta

Parafraseando al título de una película argentina de principios de los 90, Atlanta sigue sin marcar tendencia en las redes de la Primera Nacional. Lejos queda en el tiempo los 3 tantos convertidos a Quilmes por la fecha 17. Parece que ese gol olímpico de Galeano al joven Morales en formato de meme se tornó un karma para el Bohemio que no volvió a entonar el grito sagrado. Urgente hay que buscar un tutorial de cómo hacer un gol. Hay que meterse en Youtube y alguno con cara de nada y voz con acento gallego o centroamericano nos enseñe a marcar un tanto en un partido de fútbol. La última vez que Atlanta hizo un gol en Villa Crespo fue el 6 de mayo en el empate 1 a 1 ante Almagro, cuando debutaba Orfila como DT bohemio. El Chano como Martín Guzmán ya no están más en su cargo. Necesitamos un Banco Central que nos regule las divisas del gol, esas que como los dólares escasean en el equipo que ahora dirige Mauricio Giganti.

Por la fecha 22 del inagotable torneo de la Primera Nacional Atlanta recibía en el Rey León de Villa Crespo a un candidato de fierro a luchar por el ascenso a Primera, Instituto de Córdoba. En la previa algunos hinchas sacaban cuentas de cuántos goles nos haría “La Gloria”, que era imposible arañar siquiera un empate. Pero nadie gana en las vísperas, nadie desayuna la cena, ya que en el fútbol pronosticar un resultado es tan difícil como para los meteorólogos pegarle con el clima. Al menos estos últimos estudiaron y tienen radares en dónde apoyarse, en el otro lado lo único que hay son guitarras.

Para jugar contra el elenco cordobés Atlanta sin pasar por el Supermercado conseguía la oferta del 2×1, ya que era baja por la expulsión de la jornada pasada Martín García, pero pegaban la vuelta después de cumplir una fecha de suspensión Franco Perinciolo y Juan Galeano. Aunque uno nunca sabe si en esas promociones salís favorecido o terminas pagando de más, como en los cybermonday, en el que suben tantos los precios antes de la rebaja que terminas garpando mucho más que si lo hubieras comprado la semana anterior.

Dejemos de lado el show del consumo y volvamos al primer equipo de Giganti, que finalmente formó de la siguiente manera: Francisco Rago, como una costumbre bien argentina, fue el arquero. En la defensa se alistaron Gabriel Carrasco, Alán Pérez, Rodrigo Colombo y Franco Perinciolo. En el medio estuvieron las innovaciones, no lo digo por los nombres propios sino por el armado táctico. Federico Marín fue el volante tapón y delante de él convivieron el resto de los mediocampistas. Juan Bisanz jugó como abrelatas por la derecha, Gonzalo Berterame hizo lo propio en la ancha avenida de la izquierda y en el centro albergaron Alejo Dramisino y Juan Galeano. Hubo rotación en los movimientos, por momentos el de apellido de escritor uruguayo terminaba al lado del “9” y en otras ocaciones en la órbita del “5”. Como única punta de lanza jugó Matías Donato. Para los fervientes enamorados de los números, no esos que esperamos que Silvina Batakis ordene, sino los tácticos, hay que mencionar que Atlanta arrancó con un 4-1-4-1 que mutó a un 4-2-3-1 y hasta hubo pasajes que se transformó en un 4-4-2. Como la mismísima tierra, hubo rotación entre los jugadores.

El primer tiempo fue un espanto para ambos equipos. Instituto estaba en modo conformista, medio haragán jugaba el partido. Atlanta seguía sin elaboración de juego, presionaba la salida de “La Gloria”, se sacrificaba por la causa Donato, pero nadie remataba al arco. Los arqueros en esos 45 minutos iniciales trabajaron menos que Macri en toda su vida. Toparse con una situación de riesgo era más difícil que ver a un chino con el pelo ondulado. Al elenco de Giganti le faltaba imaginación en los últimos metros de la cancha. Ya lo decía Albert Einstein: a veces la imaginación le debe ganar al conocimiento. Bueno, este equipo bohemio no tiene ni una cosa ni la otra, y eso puede ser lo más preocupante.

Para el segundo tiempo Atlanta no movió el equipo, siguió con los mismos 11 obreros voluntarios que disputaron la etapa inicial. Instituto continuó con su rendimiento campechano, pero Atlanta mejoró su status en el partido. Se lo notó aún más comprometido que en el primer tiempo, sólido como una roca en la retaguardia y encima generando dos situaciones de gol, todo un hallazgo arqueológico para este equipo que tiene el mismo fútbol que publica la revista Para Ti.

La primera variante que hizo Giganti fue la salida de Berterame por el ingreso de Fabricio Pedrozo. Luego, ya en la adultez del segundo tiempo, Gonzalo Klusener entró por Donato y Matías Molina por un lastimado Perinciolo, que sería bueno que junto con Carrasco practiquen enviar centros al área o que tomen la sopa.

¿Dónde estás, gol de mi vida, que no te puedo encontrar? No sé si siguen existiendo como en aquella película argentina de Juan José Jusid algún programa de radio para encontrar pareja, pero Atlanta y el gol van por carreteras diferentes. En tiempos de aplicaciones y redes sociales no hay macheo entre el Bohemio y el beso a la red. Ante Instituto hubo dos situaciones claritas para poder mojar, pero otra vez nos quedamos con las manos vacías. La primera chance real de peligro llegó después de los 20 minutos del complemento. De un tiro de esquina ejecutado por Galeano se produjo un cabezazo de Bisanz que dejó la pelota boyando dentro del área chica para que Rodrigo Colombo termine reventando el travesaño. Hubo un sismo en Villa Crespo. Se movieron hasta los muertos luego de ese tiro en el horizontal del zaguero central bohemio.  La otra posibilidad para ponerse en ventaja arribó en tiempo cumplido. Sobre la hora, a los 46 minutos. Primera vez en todo el partido que un lateral envía un centro como Dios manda (puede ser también reemplazada la palabra Dios por Buda, Alá, Kami o una planta, da igual) Ese centro lo despachó con precisión de sastre Matías Molina que le puso la pelota en la cabeza a Klusener, para que haga su jugada fetiche, el gol con la saviola. El cabezazo fue esquinado pero llegaron las manos del arquero de Instituto, Jorge Carranza, que aunque tenga 41 pirulos mantiene sus reflejos intactos. Es por eso que el gol y Atlanta siguen llevándose como perro y gato. No hay piel entre ellos dos. Hay que revivir a Roberto Galán o pedirle a Much Music que vuelva Cupido con Franco Torchia.

El primer tiempo fue una monotonía, jugaban ambos equipos por obligación y no por convicción. En el complemento Atlanta se adelantó en el campo, es cierto que le sigue faltando un departamento creativo, pero al menos generó ese dueto de jugadas de peligro y no pasó sobresaltos ante un rival que peleará por volver a la A. En otros encuentros los equipos que enfrentaban al Bohemio se sentían en un parque de diversiones. Esta vez y ante “La Gloria” ese problema no saltó, aunque aún es temprano para saber si es exclusivamente por virtud del elenco de Giganti o por conformismo del adversario de turno.

El punto más altos del equipo fue Rodrigo Colombo, que juega con solvencia y prestancia tanto de primer como de segundo marcador central. Como un típico político argentino sabe moverse bien en la derecha como en la izquierda. No redondearon el mejor partido Bisanz y Dramisino. El primero fue afectado por tener que arrancar volanteando, su posición debe ser la de delantero. El mellizo esta para que cuente chistes cortos, si le mandan un libreto con cuentos largos, pierde la gracia.  Alejo se lo notó confundido en su rol de volante interno. Algo mareado estaba, no sabía si era acompañante de Marín, ayudante de Galeano o debía relevar a Carrasco cuando se mandaba al ataque. Errático en los pases y esa enjundia con la que juega los partidos en un Atlanta de rotación en los puestos del medio lo terminó dejando expuesto. 

Luego de este nuevo 0 a 0 para el Bohemio, que de tanto coleccionarlos en cualquier momento tiene un puesto en el Parque Rivadavia, deberá jugar el próximo sábado en Carlos Casares ante Agropecuario. Duelo bravo y estadio adverso para Atlanta. Al margen de la táctica y los jugadores que se elijan, habría que poner en la parte trasera de la camiseta la siguiente leyenda: “Gracias Viejo por hacerme de Agropecuario”. Por ahí esa frase intimida a los jugadores del Sojero y emulando a lo que ellos hicieron con Racing en la Copa Argentina festejamos una victoria que no entregará un cheque tan suculento como en ese torneo, pero te dará efectivos puntos que son tan necesarios en un certamen que ya es de supervivencia como si estuviéramos en un reality show.