28 septiembre, 2023

Un lugar, todas las disciplinas

Traigan caballos, porque remontadas sobran

Atlanta

Triunfo ante Villa Dálmine.

¿Qué es la felicidad? Para algunos será ver crecer a sus hijos; para otros tener una montaña de dinero; estará quién la conciba por trabajar de lo que ama y habrá el que la disfruta sudando en la cama. Pero también la felicidad es ver ganar a tu equipo en la última jugada, cuando ya parecías ser boleta, contra viento y marea. Porque todos tenemos en el ropero victorias por goleada, pero nadie se olvida de esos triunfos sobre la hora, cuando nadie daba dos mangos por vos y terminas dejando con la boca abierta a propios y extraños. Da la impresión que en el fútbol como en la vida gozamos más con la épica que con una gesta lograda desde el minuto cero.

Atlanta logró ante su gente una epopeya, una hazaña, un triunfo de esos que tienen la misma frecuencia de la visita del cometa Halley a la tierra. Parecía que los meteoritos caían en el equipo de Giganti que en su propio planetario de Villa Crespo estaba en otra órbita, fuera de este universo, estrellado y sin astros que lo rescaten. Hasta que llegó esa invasión extraterrestre al León Kolbowski para subirnos a lo guapo a la nave de la victoria y mudarnos al planeta de la felicidad.

Por la cuarta fecha de la zona B de la Primera Nacional El Bohemio recibía en su estadio a Villa Dálmine. Sin la presencia del lateral izquierdo Marcos Pinto por estar lesionado, había que rearmar ese costado de la defensa que no tenía tantos nombres en la plantilla. Al margen de esa ausencia asegurada, Giganti realizó 3 cambios con respecto al triunfo ante Deportivo Madryn. El reemplazante de Pinto fue Brian Camisassa, quién llegó en este mercado de pases y aún no había debutado con la de Atlanta. Los otros dos retoques fueron tácticos. Kevin Duarte jugó en el lugar de Marín y Pablo Mouche por primera vez apareció entre los titulares por Medina.

Cuentan las malas lenguas que previo al doparti con el Lila hubo varios jugadores que escucharon Intoxicados. Tal vez de ahí se desprenden algunos cambios. En definitiva Mauricio Giganti armó este cuadro para medirse ante los de Campana: en el arco siguió la brocha gorda de Sumavil. En la defensa la paleta de colores se ordenó con Camargo, Aguirre, González y Camisassa. En el medio las musas inspiradoras fueron Bogado, Duarte y Galeano. Adelante para poner el lienzo jugaron Mouche, Mazzola y Becker. Se mantuvo el surrealismo del 4-3-3.

El primer tiempo fue flojardi por ambos lados del mostrador. Con el calor agobiante que rodeaba a Buenos Aires y con el espectáculo abominable que brindaban los equipos, era difícil de bancar esos 45 minutos iniciales. Daba la impresión que en el medio de la mediocridad que sostenían ambas partes el que tenía un poco más de claridad era el dueño de casa, es cierto que no era para tirar manteca al techo, nadie se habría tatuado en el medio del pecho semejante primer tiempo, pero de los dos el menos malo era el Bohemio. La primera situación de peligro la gestó Atlanta. Un buen pase de Bogado para que defina Mazzola, pero el “9” con el arco desnudo no supo como vestirlo. Buscó en el placard ropa de verano y solo encontró una campera abrigada que es ideal para otra estación del año.

Lo peor de la tarde soleada fue que Mazzola tuvo 3 claritas para mojar y en todas falló sin atenuantes. A este delantero le das una caña para que pesque y termina él poniéndose de anzuelo. En ese primer tiempo tuvo dos más que no pudo gatillar. En una prefirió dar un (mal) pase a un compañerito del equipo y en la otra, después de una habilitación 5 estrella de Galeano, tardó una vida y media en definir. Cuando tomó la decisión ya el defensor se puso en el camino del balón. No quiero armar una colección de memes contra Mazzola, es un buen jugador, que con su cuerpo aguanta hasta un tanque de guerra. Pero no es goleador, sus besos a la red tienen la frecuencia de la visita de Andrés en la mujer. Eso si, esperemos que el “9” no esté con un atraso porque ahí estamos fritos. 

Villa Dálmine jugaba ese primer tiempo en puntitas de pie. Había tenido alguna jugada suelta, fuera de libreto, la más importante fue patrocinada por nuestro arquero Sumavil. Que en una mala salida casi lo emboca el delantero Molina, pero falló a la hora de los confites. De todos modos, no eran constantes los ataques del Lila. Pero cuando tenés defensores que llenan todos los formularios para cometer penales no hace falta ser una tromba en la ofensiva, con visitas esporádicas al área rival te alcanza.

Corría el minuto 35 cuando el zaguero central Fernando González, que de villano pasaría a ser héroe, concedió un penal tonto, cruzándole la gamba al delantero que venía de frente manteca. Fue muy evidente la infracción. Es como que en un juicio te declares culpable. Es lógico que el letrado o el árbitro bajen el martillo. Allí fue Molina con un remate potente al palo derecho de Sumavil que adivinó la intención pero ni con una orden judicial podía llegar a esa pelota. Ganaba la visita con un manto de exageración en el resultado. Pero este fue un partido que escrachó al equipo que llegaba al área de enfrente y no la metía. Habrá consecuencias.

Para el segundo tiempo y viendo la chapa del resultado sumado a la pobretona producción de la etapa inicial, Giganti movió el banco. Afuera Camisassa, que con el lorca que hacía no estaba para esa prenda, ya una musculosa parecía mucha ropa. En su lugar ingresó un pibe de la casa, Nicolás Mosca, lateral zurdo de pura sepa. La otra variante rompió el molde. Lucas Ríos, otro baby de Celina, reemplazó a Bogado, para que ahora el medio tenga menos músculo y más juego. Galeano, Duarte y Becker fue el triángulo de la mitad de cancha. Mouche, Mazzola y Ríos el tridente de ataque. 
Los minutos pasaban y Atlanta no lastimaba. La única chance presentable que tuvo fue un disparo de media distancia de Ríos que pasaba cerca del arco del Violeta. Pero ellos tuvieron 3 claritas para mandar a liquidación el partido, ya vestidos de contragolpe pudieron aniquilarte pero te dejaron adentro del ataúd respirando.

La primera de esa zaga de jugadas peligrosas de Villa Dálmine se dio al toque de iniciado el complemento. El Bohemio quedó pésimamente parado en el fondo, un horror parece una palabra pequeña para describirlo. Sumavil quedó a mitad de camino, era gol en todas partes. Pero cuando sacaron el remate apareció como un superhéroe Nicolás Mosca, para salvarla en la línea. Después de ese sustos llegaron dos mas. Esta vez Sumavil ganó un mano a mano que parecía condenatorio y el “10” de ellos remató alto un disparo muy picante. De milagro el doparti seguía nada más que 1-0 para el visitante. 

Giganti seguía realizando variantes en búsqueda de la felicidad. Nicolás Medina entraba por Becker y un rato más tarde debutaba Franco Vedoya por Mouche. Eran 4 delanteros en la cancha, pero costaba llegar al área del Lila. Durante 30 minutos no se remató al arco. En una semana que abundaron los cortes de luz, Atlanta estaba sin suministro eléctrico. A ningún jugador parecía que se le prendía la lamparita. No había ni siquiera una linterna que alumbre el juego y el desempeño del equipo no era para una velada romántica a la luz de las velas. El único que oficiaba de grupo electrógeno era Nicolás Medina, el más iluminado jugando por el interruptor derecho de la delantera. Sus intrepidas escapadas por ese costado podían hacer saltar los tapones de la defensa rival. Había que darle bola a él.

Cuando se cumplía el tiempo de juego Juancito Galeano, la figura del encuentro, metió una pelota bombeada al segundo palo del área de Dálmine para que ingrese Franco Vedoya y estampe el agónico empate. Delirio en las gradas del León. Primer gol en la temporada que se marcaba en ese estadio. Si le preguntaban a 100 hinchas antes del encuentro quién iba a anotar el primer tanto de 2023 en el Kolbowski, el nombre de Vedoya no era mencionado ni por su propia madre. Felicidad plena en Villa Crespo y sus coquetos alrededores, pero esto aún no acababa.

El partido se moría, ya le estaban por dar la extremaunción, algún familiar pispea los precios de los nichos. Pero antes de subirlo al coche fúnebre apareció otro envío al área de ellos, luego de un despeje a media luz del arquero del Lila. Lucas Ríos devolvió el balón a la hoguera de Dálmine y terminó cabeceando Fernando González, el mismo del penal, ese que en la cueva no te transmite un gramo de seguridad. Su testazo fue para el fondo del arco y Atlanta en una tarde épica se lo dio vuelta en su jeta al Violeta. Triunfazo 2 a 1 para atrapar la segunda victoria consecutiva. Éxtasis entre los hinchas del Bohemio. Como aquel partido en la B Metro antes Estudiantes, que éramos boleta perdiendo a los 40 minutos del segundo tiempo 3-1 y se dio vuelta en el final con un histórico 4-3 que nadie podrá olvidar. Aquí la historia se le pareció a aquella gesta patria, una más que logra conseguir el escuadrón de Villa Crespo. Antes que suene la última Campana, Atlanta metió dos manos y noqueó a un rival que ya se estaba probando el cinturón. Traigan caballos, porque remontadas sobran.

Obviamente que esta clase de victorias, que se festejan hasta la última gota, no deben tapar el bosque. Se jugó mal, no hubo elaboración propia de fútbol, costó llegar a la frontera rival y se defendió como la mona. Las pocas chances que se armaron en la primera parte no fueron aprovechadas. Los trenes en el fútbol como en la vida no pasan seguidos. Y nuestro “9” debe urgente hacerle una carga mínima a la SUBE, ya no lo salva ni el saldo negativo. Por supuesto que este tipo de triunfos no se olvidan en la vida, se gozan y se disfrutan, pero no hay que subirse a la ola triunfalista y creer que todo es una maravilla.

Siempre lo más importante es atrapar los 3 puntos, pero al cómo no lo dejemos tirado en un baldío. Hay que ajustar algunas piezas en la habitación del fondo, repensar el mediocampo para que tenga más respuestas que preguntas y ver como se mezclan mejor los que juegan en la terraza del equipo. Frente a Dálmine sobresalieron Galeano, Medina y Ríos. Nadie puede dejar tirada la salvada en la línea de Mosca, que valió como un gol y las ganas de Mouche en la primera parte, un jugador que aún es más cartel que presente. Igual, nadie se quejará si seguimos ganado de esta manera, los que se pondrán contentos serán los cardiólogos que atienden a los hinchas bohemios. 

La próxima fecha será visitando a Deportivo Maipú en Mendoza. Se jugará también en día domingo en una provincia que se destaca por el buen vino. Esperemos que el rival de Atlanta sea abstemio, que no tome ni una copa de agua y que nuestro equipo nos emborrache de fútbol, coseche la uva de la victoria y así atrape el tercer triunfo al hilo, que si lo consigue amerita descorchar el mejor Malbec para poder festejar.