22 octubre, 2024

Un lugar, todas las disciplinas

Atlanta

Había una vez un equipo que era una maravilla. Atacaba en todas las canchas. Ampliaba las bandas con los laterales, que nunca dejaban a gamba a los extremos. Es cierto que sufría en defensa, pero con el poderío ofensivo lo maquillaba. Y ante tantas buenas actuaciones, ese equipo se subió a lo más alto del torneo. Era envidiado por muchos contrincantes, que deseaban tener la identidad de juego que mostraban esos amados futbolistas.

Todo andaba bien, su pueblo era feliz y el anhelo por subir a Primera se acercaba. Pero vino una pandemia que frenó todo. Suspendieron el torneo y de manera inesperada el villano de esta historia terminó siendo el propio presidente de ese club. Que no defendió a su gente, que prefirió acompañar a los malos del planeta llamado AFA y todo lo lindo que construyó aquel equipo lo arruinó ese señor. Por eso lo importante es el camino, hay que disfrutarlo, porque nunca se sabe cuando llega el temporal y mucho menos con que bueyes estamos arando.

Luego del cuentito, con la moraleja incluida, habrá que sumergirnos en la cruda realidad. Esa que muestra que en un mes a Atlanta todo se le esfumó. El sueño del ascenso tomó “Chiquitolina” y no hay Chapulín Colorado (o azul y amarillo) que nos pueda defender. Tanto manoseo de los dirigentes, hicieron que el equipo se desinfle futbolísticamente. Cada partido pasó hacer traumático, de diván. Y el DT nunca encontró el norte. Sus determinaciones fueron equivocadas y luego de perder 2 a 1 en Villa Crespo contra Estudiantes de Río Cuarto, decidieron en conjunto con la dirigencia, que deje el cargo.

Hoy el elenco bohemio esta a la deriva. Los jugadores cometen errores de primer grado, no pueden mantener un resultado y ahora perdieron a su entrenador. Todavía falta jugar por el segundo ascenso, pero suena más a un castigo que a un premio. Al presente le sobran responsables, pero hay un solo culpable, que por su orgullo nunca pudo promulgar la ley del arrepentido, al contrario, si tuviera que volver a foja cero, haría todo exactamente igual.

Por la sexta fecha del torneo transición de la Primera Nacional, la penúltima jornada del catálogo de partidos, Atlanta enfrentó en casa a Estudiantes de Río Cuarto y volvió a jugar mal. Como ya le pasó en 5 de los 6 encuentros que disputó, fue el primero en abrir el resultado, y salvo en la excepción a la regla que fue el cotejo contra Ferro, en el resto de los juegos no pudo sostener la victoria. Parece que cuando va ganando siente culpa y ayuda a su rival a salir de perdedor. Jugó 4 partidos en “El Grán León” como local y sólo cosechó un punto (1 a 1 ante Temperley)

Atlanta lo ganaba uno a cero, con un tanto de Ochoa Giménez a los 33 miuntos del primer tiempo, pero esa victoria carecía de argumentos. No podía justificarlo desde el juego. Es cierto, que su rival no se lo llevaba por delante, pero era superior, ante un elenco de Lisa que no le interesaba protagonizar el encuentro. Alguna vez un tío mío me dijo: “Cuando a uno le va bien y no puede explicar el éxito, menos podrá resurgir en el fracaso”. 

Dudo que esa frase sea de su autoría, pero gráfica el momento que vive “El Bohemio”.

Al toque de comenzado el complemento, otra vez sopa. “El León del imperio” puso un balón al corazón del área rival. Como es moneda corriente, los defensores de Atlanta no se elevaron, miraron en primer plano, casi sin mosquearse como uno de ellos (Nicolás Ferreyra) ganó en las alturas y estampó el empate. Esta vez en el arco bohemio faltó la paz (y la salvación) de Francisco Rago. Como su papá dio positivo de Covid, por precaución al ser contacto estrecho, no fue convocado. Su lugar lo ocupó Facundo Ferrero. Aunque se quedó de estatua en su arco en el gol del empate, su actuación sacó un aprobado, en un equipo al que le sobraron aplazados.

A siete minutos del final, Bruno Sepúlveda, jugando con su apellido, sepultó a Atlanta y conquistó el gol de la victoria, que le permite soñar con jugar la final por el primer ascenso, algo que para el elenco de Villa Crespo ya se convirtió en una pesadilla que nadie sabe en que momento termina.

El (ex) equipo de Fabián Lisa nunca jugó el partido. Siempre lo miró de costado. Lo ganaba sin saber por qué y lo perdió sin darse cuenta. Las transformaciones que le aplicó a la tripulación titular fueron un compendio de errores. Quitó a Alán Pérez, pero mantuvo a Tecilla. Sacó a Ochoa para incluirlo en los últimos minutos como lateral derecho, siendo más zurdo que Fidel Castro.

La mala praxis prosiguió cuando desmanteló el medio campo. Retiró al mejor de ese lote, Previtali, para poner a un chico con futuro como Dramisino, pero que aún le restaba un golpe de horno. Además, mantuvo en el centro de cómputos de esa mitad de cancha a Bolívar, que desconozco los méritos que hizo para quedarse entre los titulares.

Culminando los errores del ex DT, se suma que no le devolvió la titularidad al “Ánimal” López. Borró de las alternativas al “Pony” Oyola, seguramente siendo lo menos grave de sus decisiones. Teniendo como punto central de su galería de equivocaciones, el cambio en la característica telefónica. Del 4-3-3 se pasó a dar ocupado con un clásico y mal usado 4-4-2. Aniquiló un estilo, y adoptó otro que estaba muy remendado. De ser protagonista de los partidos, pasó a jugarlo en la sala de espera. Un giro de 180 grados que siempre es arriesgado. No dudo que buscó lo mejor para el equipo, pero se equivocó, por eso cuando ya ni las matemáticas lo acompañaron para pelear por el primer ascenso, decidió agarrar sus bártulos e irse de Atlanta.

Imaginamos que en las próximas horas anunciarán al nuevo DT, ya que el domingo venidero completará este exprés e infame torneo de la Primera Nacional en el Nuevo Urbano contra Morón. Será la última jornada de la zona campeonato. Un certamen que lo arrancó Orfila, que a mitad de temporada se fue a Defensor Sporting, que hace un mes lo despidió. Sería de fábula que termine la estadía del Bohemio en este campeonato con el mismo entrenador que lo arrancó.

Todo esta apuntado al reducido que se disputará desde la segunda quincena de enero, pero viendo como se encaró desde la pandemia el futuro de Atlanta, da la sensación que sus hinchas están leyendo a Gabriel García Marqués en una de sus célebres novelas: “Crónica de una muerte anunciada”.