De Adrián Bianchi – según su cuenta en twitter, ( @DePoetasyLocos )Wing Derecho, Poeta Loco, Autodidacta de Potrero-
Sobre un bendito amanecer, el milagro de los pájaros me despertó muy temprano, no eran más de las 6 de la mañana cuando mis ojos desobedientes comenzaron a contemplar la salida del alba.
Un dulce aroma a café con leche se presentaba tenue sobre la inmensidad de una inmemorial y desgastada casona llena de historias de potrero al momento que la voz arrugada de mi compañero de cuarto, el gringo Cristofanelli me decía…Loco, levantate que ya está por llegar el Gordo Bonnini, dale cambiate y vamos a desayunar, que el viejo espera..
Era mi primer día de entrenamiento y ahí me encontraba yo…a la espera de conocer al Maestro, envuelto entre las sábanas de una cama dura y crujiente.. en la lejanía de una remota y apartada Pontevedra, que se desviaba en soledad hacia el más aislado rincón del universo, entre largos y sinuosos caminos que en silencio parecían suspenderse en el tiempo…
Ya me habían contado todo sobre las historias de la vuelta chica y de la vuelta grande, de una cancha…que más que cancha parecía una estancia…de las interminables horas de patear, de correr, de saltar y de tirar centros entre la temprana y fría escarcha matinal y la caída de un sol cansado de tanto entrenamiento, de las noches de truco en la concentración, de las locuras de Agonil, del Mago, de los guantes de Teresa y de las increíbles fabulas que contaba Carpecho.
De todo eso y de mucho más ya me habían aventurado mis nuevos compañeros…de la habilidad única de un tal Daniel Miranda, de las pizzas que amasaban las manos del eterno y simpático doctor Rotemberg y de alguna que otra inocente ventajeada que podría sufrir de la humanidad de un ilustre número dos apodado el Negro..
Ya era hora de levantarse, y el solo hecho de no escuchar a esa temprana el sonido estridente de un silbato que debilitara aun más mis ganas de ponerme de pie, decidí sin pronunciar palabra alguna seguir los sabios y direccionales consejos de esa voz de ida y vuelta que parecía conocer demasiado cada uno de los secretos que encerraba esa lejanía mágica y extraña, en definitiva sería yo también quien en poco tiempo más comenzaría a ser parte viva de cada una de esas historias…
De pibe y en cada uno de mis sueños de potrero me veía vestido como jugador de fútbol, gritando un gol entre los cantos de la hinchada, con las medias bajas, la melena al viento y la número siete pegada en mi espalda, soñaba con jugar entre los más grandes y ser dirigidos por los mejores…Lo que jamás hubiera pensado era que Dios me iba elegir entre tantos para ser bendecido de tal manera, desde pequeño concurrí a misa religiosamente cada domingo a la espera de que algún milagro ocurriese en mi vida pero hasta esa bienaventurada mañana de frío y escarcha nada había sucedido en forma milagrosa.
Si bien la mano de Dios se había posado sobre mi y cada uno de mis sueños comenzaban a hacerse realidad, nada fue igual hasta que la palabra santa e inmaculada llegó a mí justo al momento que me disponía a sumergir una tostada con dulce en la profundidad de mi taza llena de mate cocido:
-Como le va pibe, durmió bien? -sí, contesté en forma serena, gracias. -Me alegro entonces, soy Timoteo Griguol, después de que se cambien todos en el vestuario, voy a dar una charla previa al entrenamiento y como usted es nuevo, le pido que preste mucha atención porque cada precepto que escuche seguramente le va a servir para lo que reste de su carrera futbolística. -Muchas gracias respondí, le agradezco por haberme elegido para ser parte de su equipo-. -Las elecciones son mutuas respondió, usted también nos eligió a nosotros…Bienvenido-. Asentí con la cabeza y por un momento me quedé pensando en las palabras de aquel hombre que vestido de profeta me había hablado como un libro.
El viejo Griguol, trabajador hasta el cansancio, estratega, metódico, avezado, práctico y efectivo, quien bajo el naciente de una aurora me abrazo en su infinito, quien me invitó a escuchar con atención fragmentos que nacían de su corazón. El hombre que a partir de esa bienaventurada mañana de frío, me enseñaría que la dinámica de lo impensado, comenzaba a tener un sentido y un por qué, que el fútbol era simple, fácil, integrador y accesible para todos, que mas allá del talento, a través del cuidado, el respeto, la concentración, la cooperación, la confianza, el esfuerzo y la funcionalidad, el éxito está asegurado en un partido de fútbol y en la vida…
Y entonces….el Maestro habló y su voz fue un águila desafiando al sol y su canto se elevó entre las cumbres más altas.. y fue para mí un manantial de agua viva…y para otros una flauta por la que fluía su sabiduría… hoy, muchos son sus hijos; y es su alma la que del fondo grita “mi espíritu estará siempre entre ustedes”.
El viejo Griguol, un apasionado y enfermo hombre de fútbol, el hombre que a través de la simpleza fue un maestro, el hombre que a través de su vida fue un ejemplo…el loco de las palmadas en el pecho, el viejo Griguol, el Maestro que hoy recuerdo con cariño, el hombre que Dios puso en mi camino siendo jugador; para que después de mi primer día de entrenamiento, saliese del vestuario siendo técnico…
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