No tenía voluntad de escribir estas líneas, me tuvieron que llamar a mi celular las altas esferas de este prestigioso sitio web para que lo haga. Uno está acostumbrado a convivir con la derrota, con las decepciones, con las frustraciones, en la vida nos sirven más platos con comida mal cocida que manjares recién sacados del fuego. Pero cuando se repiten estás desilusiones en efecto cascada te llevan a ponerte en huelga de palabras. Como dicen Los Caligaris en su canción La Montaña: “Pido licencia del humor que siempre tengo.Son mil de azúcar para una sola de sal.Tengo derecho yo a sentirme un día mal”.
Como si fuéramos un celular que nos enchufan a 220 para cargarnos la batería, cada partido que juega Atlanta nos vuelve al 100 % la ilusión, la esperanza de verlo ganador, pero la cruda realidad que nos topamos en la cancha nos demuestra que el fútbol del Bohemio tiene las mismas prestaciones que un Tango 300. Ni siquiera somos un Nokia 1100 para divertirnos con el juego de la viborita. En tiempos de aplicaciones, 5 G, wifi y redes sociales, la comunicación del equipo de Giganti la hace a través de un teléfono público. En cualquier momento su main sponsor es Entel.
Por la fecha 15 de la zona B de la Primera Nacional, Atlanta recibía a Gimnasia de Jujuy en un duelo central para conseguir boleto en el reducido, ya que el lobo norteño tenía un punto más que el elenco porteño (19 contra 18 unidades) De todos modos lo que se vio en la cancha superaba holgadamente el punto de ventaja, parecía por momentos mayor esa diferencia que había en la tabla de posiciones.
La historia contaba que el conjunto jujeño nunca le pudo ganar en Villa Crespo al Bohemio. Es cierto que la cantidad de partidos entre ambos es muy cortina. Solo jugaron 6 veces. La mitad fueron en el patio de Atlanta, con un triunfo local y 2 pardas. Además, solo una vez Gimnasia se pudo imponer en esos 6 duelos. Fue en el viejo estadio La Tablada, donde hizo de local hasta 1973, para luego mudarse a “La Tacita de Plata”, su conocido reducto denominado 23 de Agosto, en el que se jugó el último partido de este brevísimo historial. Fue en marzo de 2022 por la temporada pasada de la Primera Nacional. Igualaron 1 a 1 con tanto de Matías Donato para el elenco visitante. Algunos se ilusionaron viendo esta estadística, ya que si el “cocinero” anotó un gol que le costaba más que la física cuántica, porque no creer que también Mazzola iba a mojar contra el Lobo. Pero los milagros como las personas no se repiten. No existen clonaciones para que estos “9” que tienen urticaria con el gol la puedan meter ante un mismo rival.
Para este cotejo ante el equipo del viejo zorro de Mario Gómez, la urraca de Giganti tenía varios pajaritos que no podían volar. El hornero de Juan Galeano había llegado a la quinta amarilla en la derrota ante Ferro, por eso no podía jugar ante el Lobo. A esa ausencia había que sumar 5 más por lesión. Alejo Dramisino seguía en la enfermería al igual que Nicolás Medina, que por el tiempo que lleva en la camilla le pusieron un sommier. A ellos se le sumaron los zagueros centrales Ián Rasso y Alán Aguirre, más el mediocampista Federico Marín. Ahora entiendo porque en mi barrio tiraban fuegos de artificio, parece que leyeron este apellido entra las bajas del Bohemio. Ante tantos faltazos se tuvo que recurrir a pichones del club. Los dos que integraron la lista negra fueron el marcador central Valentín Gelos, que ya había sido convocado a la selección sub-20 del ascenso dirigida por Claudio Gugnali. Y el otro purrete que por primera vez apareció en la nómina fue Vito Esmay. Un delantero, que suele jugar como extremo por derecha que estuvo en las fuerzas básicas de Vélez y que recaló en su última etapa formativa al elenco bohemio. Esperemos que el trayecto desde Liniers a Villa Crespo no lo haya hecho caminado por Juan B Justo.
En definitiva, el DT eligió estas 11 aves de paso: en el arco estuvo el cóndor Nicolás Sumavil. En el nido del fondo anduvieron revoloteando Franco Camargo, el juvenil Valentín Gelos, Fernando González y Nicolás Mosca. Se repartieron el medio las avestruces de Kevin Duarte y Mauro Bogado. Delante de ellos dos jugaron por derecha el pterosauro Pablo Mouche, en el centro se movió Federico Bisanz aunque no le vimos nunca las plumas, y por izquierda anduvo el pajarraco de Franco Vedoya. El más adelantado de la bandada fue Nicolás Mazzola, que como las palomas nadie sabe para qué existe. En cualquier momento algunos hinchas van a llevar migas de pan a la cancha. 4-2-3-1 fue la jaula del pájaro que uso Giganti, el problema que fueron nuestros gorriones los que se quedaron encerrados.
Que conste en actas que yo no quería escribir sobre este partido, no tenía ninguna voluntad, pero no me quedó más alternativa que sentarme y usar los dedos al servicio de la comunidad (?) Ya que el primer tiempo, más bien les diría todo el partido, la actuación de Atlanta fue bochornosa, por no decir asquerosa. El equipo quedó más largo que el profesor Jirafales. Se apostó un pleno a que Federico Bisanz sea el conductor, pero el melli se escondió en el barríl del Chavo del 8. El conjunto de Giganti atacaba con la misma efectividad que Don Ramón pagaba la renta y defendía con la misma destreza que el Chapulín Colorado. Cada avance de Gimnasia de Jujuy daba el mismo miedo que transmitía la Bruja del 71. La única chance que tuvo la vecindad bohemia fue un tiro libre de Bogado que se fue por encima del travesaño, muy poco, casi nada, daban ganas de ponerse a llorar como lo hacía Quico.
Encima sobre el final de los 45 minutos iniciales apareció la apertura del marcador para el conjunto de Mario Gómez. Como viene pasando, el rival llega poco y factura mucho. No necesita generar un vendaval de situaciones de peligro para anotar. Con una o dos chances le alcanza para pasar por ventanilla. Así fue que a los 42 minutos, después de un córner que tuvo la visita, Atlanta se quedó mirando la luna y el experimentado Fernando Brandán sacó un remate que se desvió, descolocó a Sumavil y anotó el primer gol del encuentro. Había que volver a nadar contra la corriente con un equipo bohemio que no se anima a sumergirse ni en una pileta pelopincho.
Para el complemento se caía de maduro (o de Hugo Chávez, de Fidel Castro o de Néstor Kirchner) que Giganti algún cambio tenía que hacer. Si bien el banco de suplentes seducía menos que una monja, era superlógico que Lucas Ríos lo iba a meter aunque sea a la fuerza en el campo de juego. Ingresó el jovenzuelo por otro chiquilín de la cantera, Bisanz, que le robaban la pelota sus rivales como un chorro le afana la cartera a una abuela. El esquema no mutó tanto, ociló entre el 4-2-3-1 y el 4-2-4. Dependiendo donde Ríos terminaba anclado en los avances de Atlanta a campo enemigo. El problema que el conjunto local perdió un mediocampista y sumó un delantero. Es como quitar de un nosocomio a médicos y sumar a más pacientes. Cualquier similitud con los centros médicos porteños es una mera coincidencia.
Antes de los 20 minutos del complemento, Giganti procedió con un dueto de variantes, que arrojaron más incendio a la nafta. Salieron Mouche y Duarte. Entraron Krilanovich y Becker. Un solo volante de pura cepa quedó en la cancha, Mauro Bogado. El resto eran más delanteros que otra cosa. El equipo quedó prácticamente incomunicado. Miles de atacantes y casi nadie que le lleve la bola. Es como contratar un contingente de chinos y que nadie de los guía turísticos sepa hablar mandarín. Ni tampoco inglés, francés, alemán e italiano.
Ocho minutos más tarde de estos cambios a la marchanta, el lobo jujeño anotó el segundo tanto en una contra mortal. En Atlanta nadie quedó marcando como si el partido se estuviera disputando en el tiempo adicionado. El único que quedó en la retaguardia, Nicolás Mosca, que haciendo honor a su apellido se quedó por si las moscas, terminó empujando el balón y anotando en su propia valla el 2 a 0 a favor de la visita. Un espanto con todas las letras. Un gol que ofició de radiografía del cotejo que jugó el dueño de casa. Con esta lapidaria conversión Giganti ensayó otro cambio como si estuviera jugando a la ruleta rusa. Adentro el otro “9” del plantel, Eugenio Olivera y afuera el lateral derecho Camargo, si quitamos la letra C del apellido describiría el sentir que transmitía el equipo en la cancha. La última modificación fue por necesidad. Ya en el tiempo de descuento salió lesionado Bogado, prendamos velas que no sea nada, e ingresó Camisassa.
Entre tanta confusión y a 6 minutos del cierre llegó el bendito descuento. Vedoya mandó un centro pasado por agua al que le faltaba un remitente claro, pero el veterano guardameta del lobo jujeño, Julio Chiarini, volvió a meter la bola en el área y el recién ingresado Olivera la mandó de una al buzón y decretó el 1-2. Volvió la ilusión a copar las vértebras del hincha bohemio. Pudo haberlo igualado, lo cual hubiera sido un premio muy grande, pero el cabezazo de Gelos besó el travesaño y dejó la cancha. También ellos tuvieron una nítida para liquidar el pleito, pero Sumavil tuvo su tradicional atajada premium por partido y evitó el tercero.
Por primera vez ganó Gimnasia de Jujuy en Villa Crespo, fue 2 a 1, para seguir en puesto de reducido, ya que desde que lo agarró Mario Gómez no para de subir escalones. A Atlanta, le quedó “Giganti” el partido. El DT la pifió con los cambios, quiso ser ofensivo coleccionando delanteros. Se compró una Ferrari pero nunca le puso combustible. Igual, el plantel bohemio está lejos de ser un auto de Fórmula Uno, creo que no llega ni a ser uno de karting. Ante el Lobo se fue contra la banquina, su juego siempre estuvo en punto muerto, los cambios los metió mal y si sigue así va a quedar encerrado en el garage. Es cierto que en 2 jornadas culmina la primera fase y se podrán traer un par de nuevos pilotos, el problema no es quienes llegan sino quien los elige, mientras sigamos teniendo a los mismos mecánicos, el auto de Atlanta seguirá teniendo el motor quemado.
La próxima fecha, la número 16, se jugará de visitante el sábado ante Quilmes. Ojalá que podamos emborracharlos de buen fútbol, que jueguen un partido de abstemios y que en su patio de la cerveza no le dejemos ni comer los maníes. Aunque viendo la realidad del bohemio, está a 2 puntos del reducido pero a 4 de la zona tenebrosa del descenso, a este equipo le dan un vaso con agua y ya se marea.
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